5 ago 2017

LARGA VIDA, POTRI


Esa enajenación que te hace sentirte libre.


Tengo la certeza de que los pintores son como sus obras, sólo hay que detenerse y contemplar para conocerlos en profundidad.

Mirlo acuático en río Arbillas. Acuarela de Antonio Ojea.

Acercarse a Potri era acercarse a una vida sencilla, plena y llena de matices, donde un hombre en sintonía con la tierra y sus gentes, disfrutaba compartiendo vivencias como arar la tierra, aventar el estiércol o cosechar tomates. Mostrarnos las cerezas que compartía con las oropéndolas o descubrirnos que en su familia de cárabos no eran tres, sino cuatro. Qué decir de los cortejos de su papamoscas cerrojillo en el terruño. Potri se permitía este tipo de pequeños placeres agropecuarios, mientras realizaba sus tareas agrícolas, mirando por el rabillo del ojo… Y lo compartía con el mundo.

Acercarse a Potri era acercarse a la cultura que sólo un hombre del campo puede conocer y transmitir.




Potri decidió ganarse el pan con el noble oficio de transcribir la inmensidad de la vida en colores y formas. Llevó sus obras de arte a infinidad de libros y publicaciones, exposiciones o exhibiciones. Durante décadas, miles de personas hemos podido conocer mejor el entorno que nos rodea gracias a sus ilustraciones y sus pinturas.

Ecosistema mediterráneo. Boceto. Antonio Ojea

Ecosistema mediterráneo. Acuarela. Antonio Ojea.

Potri era como sus acuarelas. Obras que, en cierta distancia, se muestran como pequeñas ventanas a una realidad llena de luz natural y color. Donde en sus composiciones, a veces, representa la soledad del individuo, y en otras ocasiones, la inmensa riqueza natural que nos rodea. Sin embargo, al acercarse a ellas (o como él decía, al sobredimensionarlas), se le abren al observador otras ventanas que trascienden la figuración que representan, y convierten cada fragmento, cada grácil pincelada, en detalles tan personales como vivos. Vivos, de vida.

La soledad del individuo. Acuarela de Antonio Ojea

Nadie como Potri ha extraído tanta vida de la gama de grises: sólo hay que ver sus acuarelas de los cauces del Tiétar, su Tiétar, donde el granito cobra verdadera vida, tanta como la nutria, el mirlo acuático, el andarríos, la lavandera, el martín pescador, el buitre leonado, el mochuelo.



Algunos, tuvimos la fortuna de cruzar nuestras vidas con la suya. Ya fuera por mi admiración, por su camaradería, por nuestra curiosidad, por mutuo respeto o por afinidad, o por todas a la vez, fui uno de esos afortunados.

En los últimos años, nadie como él apostó tanto por la unión de los artistas de naturaleza de este país. Potri fue el verdadero eje vertebrador de un colectivo formado por un puñado de personas que se dedican a esta profesión, sumando también a quienes pintan naturaleza por afición y a quienes intentan abrirse hueco en un mercado casi inexistente. Todos ellos, cada uno con sus capacidades, con una misma intención: la de poner el arte y la belleza a disposición del conocimiento y la conservación de la biodiversidad. Con la seguridad de que la unión hace la fuerza, y de que el movimiento se demuestra andando, muchos fuimos los que nos impregnamos de su optimismo, y estoy seguro de que él también lo hizo del nuestro. Compañerismo, camaradería, cercanía, solidaridad, todo esto y mucho más era Potri como artista y como persona.

Artistas de Naturaleza en FIO 2015. Potri en el centro.

Los encuentros en las ediciones de FIO de 2014 hasta 2016, serán recordados como uno de los legados de Potri. Él fue el artífice de la existencia de un espacio para los artistas de naturaleza de España como colectivo en la feria de ornitología más importante del sur de Europa. Espero y deseo que desde FIO se tenga en cuenta su legado y se le honre como se merece.

En términos aritméticos, Potri era un tipo de sumar. He conocido a gente que son más de restar, y los hay incluso de dividir. También hay gente que son de multiplicar, e incluso hay auténticas bestias en esto de los "roles matemáticos" que le de dan a todas las operaciones, según les convenga en cada ocasión. Pero Potri era un tipo de sumar, hasta la generosidad.

Cuando Potri, meses antes de morir, soplaba un diente de león y pedía un deseo, no lo pedía para él, lo pedía para su amigo. Hasta ese punto era generoso Potri.

Fue generoso incluso para hacernos partícipes de su lucha contra la enfermedad, aferrándose a la vida, la suya, desde el primer momento, consciente de la dificultad que le sobrevenía, sin prescindir de ciertos hábitos y necesidades tan necesarios, dicho sea de paso, como comunicarse con semejantes, amigos y seguidores de su obra, su legado artístico.


Firme en su decisión de mantener una vida en conexión con la naturaleza y con quienes, de muchas formas y durante muchos años, tuvimos la fortuna de asomarnos a esa ventana al Universo Ojea que nos iba relatando porciones de la VIDA entre colores, formas y palabras de una belleza transparente como sus ojos.

Los ojos de Potri eran como aguadas extraídas de alguna de sus acuarelas del Tiétar a su paso por Rosarito. Transparentes y brillantes, parecieran reflejar el entorno y sus inmensidades, y a la vez capaces de absorver la vida, con curiosidad infantil y capacidad analítica.


Potri tuvo buena parte de culpa de que mi culo inquieto haya dedicado un lustro a sacar tiempo de donde casi no hay, para dedicarlo a pintar naturaleza. Buena parte de lo que soy se lo debo a Potri. Sin embargo, cuando hablábamos, apenas lo hacíamos sobre el arte... Los hombres de campo hablan del campo.

Parafraseando a Potri, nació con una pandereta debajo del brazo. Su jovialidad, su sentido del humor y su carisma impregnaron de vitalidad a todo aquel que tuvo la suerte de cruzarse en su camino.

Pintando con mis hijos y con Potri. Dehesa de Abajo, Doñana. 2016.

Nuestras conversaciones telefónicas siempre fueron largas, solían comenzar al atardecer y se prolongaban hasta bien entrada la noche. Yo siempre lo hacía en el patio, asomado al Rumblar. Hablar con él de nuestros respectivos huertos, de nuestros vecinos, nuestras familias, y también, de los proyectos que teníamos entre manos. Algunos de esos proyectos eran conjuntos, y no pudieron terminar de realizarse debido a su enfermedad. Teníamos una confianza muy transparente, y si en algo discrepábamos, siempre terminábamos entendiéndonos. 

Cuando hablábamos, escuchaba a Potri por un oído, y por el otro escuchaba las chicharras al atardecer, el vuelo desperezado del alcaraván o el martinete, seguido del canto del mochuelo y el chotacabras, el grillotopo, y otras gentes, como él llamaba a los vecinos. Bajo un cielo que recordaré cubierto de estrellas. Él hacía lo propio desde su terruño. He de reconocer que me quedé con las ganas de visitar un espacio que ahora se me antoja (casi) sagrado.
 
Mar de nubes desde el terruño de Potri.

La existencia de la vida es un fenómeno altamente sobrevalorado.  

Eso decía el Doctor Manhattan en Watchmen.

Cuando, por alguna razón, hay que asomarse a un abismo, y contemplar, cual Zaratustra, aquello que está fuera de mí y me rodea, suelo recurrir a esta frase. Sobrevalorar la vida: toda una paradoja.

Potri era de la panda de mortales que sobrevaloramos la vida, y a mucha honra. Porque la vida es lo que aparece en sus cuadros, en sus ilustraciones, en sus escritos. La VIDA hasta el final de SU vida.

Potri veía correr el mundo ante sí, y era de los que prefería contemplarlo, y si eso, a lo mejor, alcanzarlo. En sus últimos meses de vida, dejó que sus emociones decidieran por sí mismas, y las compartió con nosotros en fragmentos de texto que parecieran haberse pintado en vez de escrito. El último de ellos, toda una oda a la vida con un protagonista de sobra conocido: uno de sus vecinos, el papamoscas cerrojillo.

...desde que empezaron a madurar las cerezas la orgía de pájaros y demás comensales no ha dejado de crecer, sumándose nuevos volanderos de distintas especies… y eso el gavilán que cría ladera arriba lo sabe bien. La vida brota de cada brizna de hierba, los mariposas y otros insectos vuelan de aquí para allá sin rumbo aparente. Los eslabones culebrean entre el pasto ya segado. El cuco empieza a dejar de dar la hora y no lo volveremos a oír hasta el calendario que viene. Los halcones abejeros pasan volando en las horas más calurosas del día piando sus lamentos. Tenemos tres nuevos vecinos en la comunidad a los que puede que anteriormente pasara por alto: la curruca carrasqueña, el zarcero pálido y el mosquitero papialbo que ya merodeaba por el barrio. Recordaréis el carbonero negro que comentaba meses atrás. Pues bien, es una hembra que se ha emparejado con un flamante y dispuesto macho, criando en un nidal encajado entre las vigas de la casa. Pusieron ocho huevos de los que han conseguido sacar seis pollos.
 

...uno de los machos de papamoscas cerrojillo,  se posó tan cerca que casi podía tocarlo. Se mantuvo el tiempo suficiente para mirarnos, saludarlos y sacar alguna foto. Es de obligada cortesía saludarse en el campo… siempre.

Sigue amaneciendo, y hay que disfrutar de cada día como único e irrepetible.

 

"Pluma Rota", uno de los cerrojillos de Potri, contemplando sus dominios: Valle del Tiétar, embalse del Rosarito, y al fondo, Monfragüe.

Nos quedaremos con la angustia de conocer el siguiente capítulo de los cerrojillos de Potri. Podemos intuir su ciclo de la vida, pero nunca más leeremos historias tan sencillas y tan bellas de la mano de uno de los mejores traductores de naturaleza que hemos tenido en este trozo de vida que nos ha tocado vivir. Nos queda el triste consuelo de saber que Potri ha muerto en paz consigo mismo. Te echaremos muchísimo de menos, amigo.


Es de obligada cortesía saludarse en el campo… siempre.


Quiero terminar este sentido homenaje al bueno de Potri recuperando uno de sus escritos, de un año antes de dejarnos. Larga vida, Potri.


El "Señor Juan".

Por qué será, que a pesar de las dificultades y los malos momentos, uno tiene la fortuna de encontrarse con personas que dejan huella. Este es el caso de Juan, una persona humilde, afable con la que he tenido la gran fortuna de compartir hospitalizaciones, ratos de charlas, paseos por los pasillos enchufados al suero... y risas, sí, también de risas. Apoyo y consuelo en momentos de tristes noticias de una persona bregada en mil batallas, que así lo atestiguan sus múltiples cicatrices, y del saber de una vida cargada de vivencias. Guerrero incansable, ha trabajado en todo lo que la vida le ha ofrecido... incluso como inmigrante. Cuenta cuando de joven, recorría desde El Barraco hasta Barco de Ávila vendiendo racimos de uvas frescas cargadas en serones a lomos de un pequeño burro, y haciendo noches por esas sierra... y yo, escuchando, como si de palabras de un sabio se tratara. Ya solo su mirada, me da placidez.


Desde nuestro primer encuentro no hemos perdido el contacto, y si no coincidimos en el hospital, hacemos por llamarnos y charlamos un rato. Como diría mi hija, "éstas son de esas personas con las que uno se haría un llavero para llevarlas siempre encima". 


Nos volveremos a encontrar, Juan.

Antonio Ojea Gallegos, 1 de agosto de 2016


Nos volveremos a encontrar, Potri.